La historia de Anacardo empieza teniendo como protagonista a  una perrita, la cual  llegó corriendo hacia su dueña con algo diminuto y tembloroso entre los dientes. Lo llevaba con una delicadeza sorprendente, como si supiera que aquel pequeño ser era frágil y necesitaba ayuda. Al dejarlo en el suelo, la mujer descubrió que se trataba de un gatito recién nacido, con los ojitos aún cerrados, el cuerpecito tibio y apenas una semanita de vida.

No sabían qué hacer. Era tan pequeño, tan vulnerable, que el que sobreviviera parecía casi imposible. En su intento por salvarlo, contactaron con el Arca de Noé de  Córdoba, buscando orientación o ayuda, y hubo suerte, la mejor mami nodriza de acogida estaba libre y pudo hacerse cargo de él.

 Y ese diminuto bebé indefenso se transformó, poco a poco, en un gato precioso, grande, fuerte, completamente blanco, con un rasgo único que lo hace aún más especial: un ojito de cada color.

Hoy, con cinco semanas de vida,  es pura alegría y dulzura,ronronea a cada caricia, busca brazos donde dormir y llena de vida cada rincón donde pasa. 

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